El futuro de la tecnología es contextual, no móvil:
Los seres humanos tenemos un sistema de defensa natural, la alerta situacional, que nos hace responder de forma prácticamente inconsciente al mundo que nos rodea. Nuestro cerebro recoge un montón de información, la contrasta con la experiencia y la personalidad del sujeto y nos presenta una serie de opciones sobre cómo actuar y reaccionar. Después, él mismo selecciona y actúa en función del camino que sea más apropiado. Un proceso que apenas ha evolucionado desde los primeros homínidos.
Y es que nuestros sentidos no están afinados para la vida moderna y muchos de los datos que necesitamos para tomar buenas decisiones o no son de confianza, o no existen, y eso es un verdadero problema.
Pero en los últimos años la tecnología se ha desarrollado por caminos sorprendentes, aumentando nuestra capacidad de percibir y actuar gracias a los nuevos sexto, séptimo y octavo sentido. Los dispositivos móviles con GPS pueden recabar información para hacer nuestra vida más sencilla, mientras que los motores de recomendación de plataformas como Amazon o Netflix lanzan productos basándose en comportamientos y puntuaciones. Por otro lado, Facebook y Twitter son capaces de aprovechar el conocimiento de los intereses y preferencias de sus usuarios para lanzar contenidos y publicidad más efectivos.
Unos casos que son sólo el principio. La adopción de la tecnología contextual va a empezar a expandirse por todo tipo de nuevas plataformas, y tendrá mucho que ver con la tecnología móvil, que es especialmente interesante porque siempre está con el usuario y porque está equipado con sensores.
Las plataformas del futuro diseñarán tecnologías contextuales que hagan que los modernos móviles que tenemos hoy en nuestro bolsillo parezcan un mero juguete. Y por eso científicos, compañías tecnológicas y usuarios tienen que entender y apostar por las necesidades y las posibilidades de la tecnología contextual. Para ello, en primer lugar hay que utilizar cuatro gráficos de datos: sociales, de intereses, comportamentales y personales. Cuatro métricas que a pesar de las dudas éticas, ya están empezando a aparecer en el seno de las compañías.
El gráfico social: estos datos muestran cómo se conecta un sujeto con otras personas y éstas a su vez con otras. También revela la relevancia natural y emocional de estas conexiones. Pero este gráfico sólo alcanzará su pleno potencial cuando se abra a servicios de toda clase.
El gráfico personal: estos datos son los relacionados con las creencias más profundas de las peronas, los valores más valiosos y su personalidad. Es aquello que hace que una persona sea única en el mundo, de la misma forma que el gráfico social muestra lo que la hace similar a otras. Estos datos todavía no están desarrollándose mucho, además de que es muy complicado hacer diseños en base a ellos.
El gráfico de intereses: los gustos y preferencias se organizan en torno a temas que se correlacionan unos con otros. Muchas compañías ya han empezado a apostar en este terreno, pero por ahora sus aplicaciones son bastante limitadas.
El gráfico comportamental: es fácil obtener datos de lo que se hace realmente a través de sensores y mecanismos automáticos. Unos datos que pueden contrastar con el gráfico de intereses, permitiendo a los ordenadores saber, incluso mejor que el propio usuario, qué posibilidades hay de que un usuario haga una acción determinada.
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