El primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan dijo que Twitter y Facebook, y las redes sociales en general, son una “maldición” para las estructuras de poder. “Eso a lo que llaman redes sociales son la maldición de la sociedad. Un tuit puede ser más peligroso que un coche bomba”, expresó luego de varios días de protestas callejeras en Estambul, que causaron al menos tres muertos y cientos de heridos, en rechazo a la construcción de un centro comercial en el parque TaskimGezi.
Más de 30 usuarios de Twitter turcos fueron acusados por “mensajes inflamatorios”, y el gobierno de ese país los imputó por supuestamente “planificar agresiones a bienes públicos”. En solo 24 horas se realizaron 2 millones de tuits relacionados con las protestas.
La red social se convirtió en uno de los sistemas de comunicación más importantes para quienes desafiaron el estilo autoritario del primer ministro de Turquía, que además dijo que los medios sociales son como una “plaga”, debido al gran impacto que tuvieron en las recientes revueltas antigubernamentales.
Lo curioso e irónico del caso es que Erdogan es un activo usuario de Twitter –su cuenta es @RT_Erdogan– y de Facebook. En la primera tiene más de 3 millones de seguidores y en la segunda más de 2 millones de “Me gusta”.
Actualmente, el gobierno de Turquía busca limitar el uso de las redes sociales con un proyecto de ley, para “luchar contra el crimen cibernético”.
Las redes sociales protagonistas, otra vez. Es difícil remontarse al inicio de las movilizaciones que surgieron en Internet, pero se puede marcar un cambio en la primera década de este siglo con movimientos como la Primavera Árabe, Occupy Wall Street y los “indignados” de España, entre otros. Un dato llama la atención: los nuevos líderes digitales no son mayores de 30 años de edad.
Torrentes de tuits, comentarios en Facebook, millares de fotos publicadas en Instagram. Jóvenes marchando con una bandera en la mano y un celular en la otra para no perder registro. Al igual que en Turquía, las redes sociales representan un arma poderosísima de comunicación, información y movilización.
Recordemos que la llamada revolución egipcia se inició precisamente a través de convocatorias a protestas en los medios sociales ya que los actos y marchas no podían ser abordados por ningún medio tradicional.
Cuando estalló el conflicto y el gobierno advirtió el poder de las redes sociales ya era tarde: la gente había generado una red de movimientos y localizaciones de las protestas sin ayuda de ningún medio masivo y con una gran afectividad. Se abrieron más de 30 fan pages de Facebook con un número que superó los 8 millones de “Me gusta”. Pese al bloqueo de las redes sociales, el conflicto generó más de 1.3 millones de impresiones en Twitter en tan solo 48 horas.
“Sin Facebook no hubiésemos hecho esta revolución. Gracias a las redes, la gente pudo organizarse”, dijo MahmoudMaguid, uno de los principales líderes egipcios.
Las redes ganan de nuevo. Como sucedió en Egipto y Turquía, ahora es Brasil donde manifestantes exigen cambios. Más allá del motivo de las protestas, el denominador común son los reclamos. Jóvenes insatisfechos con las políticas de Estado y protestas organizadas a través de las redes sociales. Facebook y Twitter han sido las principales plataformas utilizadas por los “indignados” de Brasil.
La sorpresiva “primavera brasileña” alcanzó su clímax cuando más de 300.000 personas tomaron las calles e invadieron las sedes de instituciones públicas. Todas estas manifestaciones se gestaron en los medios sociales y sirvieron como un efecto catalizador para copar las calles de todo el país en un movimiento espontáneo y sin líder que reta el establishment con el objetivo de “cambiar a Brasil”.
Carla Dauden, una joven brasileña, causó furor en la web con un video en el que explica por qué no va a ir a ningún juego del mundial de fútbol, que se realizará en Brasil en 2014. En pocas horas el video superó los 2 millones de vistas. Ella explica los motivos por los que cuestiona el evento. “Díganme, en un país donde el analfabetismo puede afligir a 21% de la población, un país donde 13 millones de personas pasan hambre todos los días y en donde muchas personas mueren esperando tratamiento médico, ¿este país necesitará más estadios de futbol?”, dice en el video.
¿Quién iba a pensar hace 30 años que una persona normal tuviera tanto poder de difusión? “Las redes nos ayudaron a organizarnos sin tener líderes. Nuestras ideas y demandas se discuten. No hay reglas”, dicen los manifestantes en las calles.
Las redes sociales en Brasil fueron un hervidero, y las protestas se multiplicaron en Twitter. Con el hashtag #ChangeBrazil y #OGiganteAcordou, este grupo hizo circular numerosos videos en los que explican los motivos de los manifestantes para continuar las protestas. El conflicto en Brasil generó 80 millones de impresiones solamente en Twitter.
En los últimos días, las redes sociales de Brasil se inundaron de frases, humor ácido y quejas variopintas. Idalina Silva, una artista de Río de Janeiro, publicó en su muro de Facebook: “Los medios se preguntan quiénes somos. Somos la población que se cansó de los abusos del poder autoritario, corrupto y contrario a los principios básicos de los derechos humanos. ¡Abajo la neodictadura!”.
Al igual que en Turquía, el gobierno de Brasil han empezado a vigilar las redes: designó a agentes de inteligencia para monitorear Facebook, Twittter e Instagram.
¿El quinto poder? “La gente siempre encontrará una forma de comunicar”, dijo Dick Costolo, director ejecutivo de Twitter en el último congreso mundial de móviles en Barcelona: “Hoy, con la tecnología disponible y por muchos impedimentos que pueda establecer un Estado, el ciudadano puede encontrar la manera de citarse con otros individuos y comunicarse. Es una realidad que vale para Medio Oriente, pero también para el resto del mundo. La gente empezó a usar Twitter para saber lo que ocurría en Egipto”.
CaioMartins, uno de los miembros del movimiento Indignados de Brasil, reconoció la importancia de las redes sociales: “No sólo han ayudado mucho en la organización de la protesta sino que han conectado nuestra lucha de forma transversal”.
Un detalle importante: en los debates y sondeos que se dan en Facebook y Twitter muchos se preguntan: ¿Están de acuerdo en usar banderas de partidos políticos? La respuesta: Rechazo masivo de los usuarios.
Todo parece indicar que los gobiernos aún subestiman las redes sociales y no han entendido el papel de Internet en la sociedad. Muy pocos políticos, más allá de atacar las redes sociales, han reconocido su importancia en la incipiente y confusa primavera en brasileña y turca.
Los gobiernos no entienden lo que sucede y los partidos no entienden lo que pasa porque no participan ni interactúan en las redes sociales. Para nadie es un secreto que los perfiles y cuentas oficiales son manejadas por los gobernantes de manera autómata y no dan respuesta adecuada. La comunicación oficial es hecha sin diálogo, de arriba para abajo. Hacer política 2.0 sin escuchar las redes sociales es un grave error.
Política en red, sociedad en red, revueltas en red. En esta nueva realidad, los gobernantes están expuestos a la crítica y evaluación constante de los ciudadanos, que actúan con eficacia y desbordan la censura y la represión.
Los políticos deben entender el papel de las redes sociales y utilizar más sus fortalezas para escuchar y participar en la conversación de sus usuarios antes de que los problemas estallen.
Sorprende que dos países con economías fuertes y alta popularidad de sus gobernantes estallen en protestas populares. Dos continentes enfrentados al mismo problema. Jóvenes, articulados por las redes sociales, que aspiran algo más: quieren expresar sus anhelos de cambio, que van más allá de la retórica política.
Sin embargo, las redes sociales no tumban gobierno. No confundamos las herramientas con la sustancia. Los cambios se dan en las calles, no sentados en un sofá tuiteando.
Hay una nueva generación de “Nativos Digitales” en el mundo, que se están convirtiendo en protagonistas, que colman las calles para alzar su voz de descontento y asustan a las autoridades que están atrapadas entre intentar reprimir violentamente las manifestaciones e intentar entender qué hay detrás de ellas. Llama la atención que estos movimientos se mueven en redes sociales, donde no hay jerarquías, no hay centralismo ni hay reivindicaciones únicas.
El gigante despertó. Nadie sabe hasta qué punto, pero algo ha cambiado. Se respira otro aire. Las formas de relacionarnos han cambiado. La llegada de las redes sociales a nuestras vidas no sólo está cambiando nuestra forma de comunicarnos sino también nuestras conductas.
Un nuevo sistema de comunicación está naciendo, libre y espontáneo que no responde a órdenes ni líderes. La comunicación del futuro ya se usa en las revoluciones del presente. Algo está cambiando en la relación entre el poder y ciudadanos, que los gobernantes aún no comprenden. (El Nacional)
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