jueves, 14 de febrero de 2013

Todos somos una marca, todos vendemos algo

Todos somos una marca, todos vendemos algo:
Dice Risto Mejide que cada uno de nosotros es una marca y cada cosa que hacemos y decimos, nuestra campaña.
Hace un mes aproximadamente entró en mi vagón una chica de mi edad. Lo primero que me sorprendió es que empezó a pedir limosna. Era una chica cualquiera de las miles que inundan el metro. Pensé que podría ser yo. Podría ser mi hermana. Podría ser una amiga. A continuación dijo su mensaje: “Discúlpenme por molestarles pero les pido una ayuda. Sé que es triste pedir, pero más triste es que mis hijos me pidan algo para comer”. Tengo una regla para la gente que pide en el metro. Nunca doy nada. Primero porque son demasiados los detalles que se desconocen. Segundo porque me parecería injusto darle a unos sí y a otros no ¿acaso no piden todos lo mismo? ¿Ayuda? Pero ese día algo cambio. No sé por qué pero no dudé ni un segundo en darle dinero esa chica. El 75% del vagón le dio dinero. Casi todos le dimos.
Ayer entró un chico en el vagón donde viajaba. Iba con un acordeón. Empezó a tocarlo y dijo: “Discúlpenme por molestarles pero les pido una ayuda. Sé que es triste pedir, pero más triste es que mis hijos me pidan algo para comer”. Tras oírlo, primero sentí decepción, ¿lo que había dicho aquella chica sólo era una cantinela usada por muchos? Después pensé que podía ser perfectamente su marido y que los dos utilizaran esa frase. Tras esto, automáticamente pensé que no sabía si llevaba suelto en el monedero pero, de todos modos, no iba a darle dinero. Me acordé de mi norma. El resto del vagón pareció pensar lo mismo. No vi a nadie que le diera algo.
Tras esto me sigo preguntado ¿por qué le di dinero a ella pero a él no? Los dos dijeron exactamente lo mismo. ¿Fui injusta? Sí. Y nada objetiva. Me sentí mal por ello. Al parecer, y por muy triste que sea, incluso a la hora de pedir limosna a todos nos influye el quién, el qué, el cómo, el cuándo o el por qué. Al final todo se reduce a lo mismo. Al final, Risto tiene razón.

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